I. UN MÍNIMO DE HISTORIA
En seguimiento de la ruta que
trazara el desaparecido amigo Alberto Boixadós, yo creo que la Argentina
es un país misterioso; misterio que va desde su origen hasta su
destino. Mientras tanto, una gran tensión entre su escaso acto presente y
su enorme potencia futura. Hasta un agnóstico lúcido como don José
Ortega y Gasset, hacia 1926, había advertido el destino imperial que se
anunciaba para la tierra del “argentum”. O que se escondía entre los pliegues de esta nación que no acababa de dar todo de sí.
Antemural
y contrafuerte cristiano en el Atlántico Sur a la época de la creación
del Virreinato. Sus armas habían batido en 1806/1807 y 1845 a las del
anglosajón, enemigo natural. Un porvenir de grandeza se oteaba en su
horizonte. De grandeza y de justicia, que la convertiría en el admirable
bastión de la América Meridional y Austral.
Lamentablemente,
advinieron Caseros y Pavón, y aquel camino real se empantanó en los
charcos del ideologismo liberal, tributario final del Imperio Británico.
No obstante, por los años de 1930, a tuertas y a derechas, con las
élites de “La Nueva República” y los “Cursos de Cultura Católica”, se reinició la toma de conciencia del destino peraltado, extraviado en Caseros y Pavón.
Todo
eso hasta llegar al desbarajuste contemporáneo. Porque si la Argentina
liberal había adolecido de muchas fallas cardinales, al menos había
crecido bastante (no todo, claro, lo que pudo haber sido de contar con
una política independiente) en su producción agropecuaria. Progreso
material que se estancó con la crisis de nuestro tiempo.
En
este “difícil tiempo nuevo”, básicamente, se instaló una economía
electoral en perjuicio de la producción de bienes primarios y
secundarios, incrementándose el sector terciario de los servicios, mucho
más allá de lo conveniente, en especial en el rubro burocrático. A su
lado cabalgaron las dádivas de toda especie. De esa manera, se intentaba
privilegiar al “Pueblo” en perjuicio de la Nación.
Las
masas populares, que mal o bien se venían instruyendo a fin de
elevarse, dejaron de respetar el principio de autoridad en todos los
órdenes, paralizaron la educación (que en el orden superior venía
sufriendo deterioro muchachista desde 1918), se regodearon en su
ignorancia elemental, y en tal condición fueron halagadas como “lo mejor que teníamos”. Lo cierto es que los mestizos “cabecitas negras”
no eran ni mejores ni peores que otras razas, y, como aquéllas, debían
ser civilizadas y evangelizadas para subir en la escala cultural humana.
Entrenamiento
riguroso, que las habilitara para la dura competencia con que se
enfrentarían; además de alcanzar un nivel aceptable dentro del contexto
de la civilización occidental. Para parecernos más a Alemania que a
Tanzania. Aquí se cambiaron las flechas direccionales.
Paradojalmente,
los que adulaban a los humildes fueron los encargados de hundirlos en
la condición de malón fronterizo o de barrabravas de las canchas de
fútbol. Con lo que, de paso, se detenía la movilidad social ascendente,
característica del “granero del mundo”.
En
adelante, los más pobres fueron mantenidos en esa condición, para que
halagados en tanto que clase social, se transformaran en votantes
dóciles de los que les proponían “mañana mermelada”: rehenes de una
quimera, dulce para los labios, amarga para las entrañas. Y como esas
masas eran mayoría, legalizaron la ruptura republicana en nombre de la “justicia social”.
Por
migraciones internas ese malón se instaló en el conurbano bonaerense;
todavía obreros, pero ya maleados por la promiscuidad, el analfabetismo y
la demagogia.
La antinomia “Civilización o Barbarie” adquiría ahora un sentido cabal (del que había carecido en tiempos de Sarmiento).
Mientras
tanto, las clases medias —en buena medida de origen inmigratorio—, en
todos sus estratos (las altas ya habían desertado de su vocación
política), abandonaban los principios morales que les transmitieran sus
padres, en aras del hedonismo más craso. No hay que olvidar que el “fare l´America” había calado hondo en la psicología y sociabilidad argentinas.
La
coima, el enchufe, el prevaricato y las mil forma estafatorias se
instalaron para quedarse. Pues, tal ruindad se acentuó en períodos más
recientes, merced al rol relevante que alcanzó la televisión con sus
paradigmas faranduleros. A las muchachas que salían semidesnudas en la
televisión ya no se las llamó rameras sino “modelos” (ideal estético y profesional de las niñas de la mejor sociedad). Por una heladera en cómodas cuotas mensuales la denominada “gente” estaba dispuesta a sacrificar su decencia política.
Esto,
tan pueril, implicó, no obstante, un cambio cualitativo. En pos de
tales ídolos mediáticos nuestro pobre pueblo, en sus diversos setos, se
fue emputeciendo. Unos, por miseria material: los otros, por miseria
moral. El robo y la violación adquirieron patente social.
Después,
a partir del menemismo y del cierre industrial, las periferias urbanas
se llenaron de desocupados, dedicados en gran medida a diversas formas
delictuales (junto a los agregados de una inmigración limítrofe
indiscriminada). De nuevo: miseria moral, miseria material prodigadas,
nada bueno auguraban. Al presente, el trágico “caso Candela”, con su serie de entresijos familiares criminales, es como una radiografía barrial y zonal.
Entonces,
contra viento y marea, cuando nadie lo esperaba, en 1982, vino la
Guerra de Malvinas, que por unos meses nos devolvió la estatura de país,
nos despertó del largo letargo y nos hizo creer que nos habíamos
reencauzado en nuestro destino austral.
Con
la Cruz del Sur como sino y como signo. Lamentablemente, fuimos
derrotados —más por la conspiración interna que por la agresión
externa—, y como las desgracias no suelen venir solas, nos trajeron la
“Democracia de la Derrota”.
“La Democracia para los enemigos”,
decía el rey persa Cambises II. Los anglosajones hicieron suyo ese
aforismo y nos lo aplicaron. Caseros fue un triunfo brasilero: pero lo
peor, dijo Ernesto Palacio, fue que se festejó como una victoria
nacional. En ese error de concepto radicó el mal de un siglo.
Desde junio de 1982 se repitió la historia: “La Democracia que supimos conseguir”.
Que consiguieron “nuestros bravos muchachos”, tuvo que aclararle al
Presidente Raúl Alfonsín el ex ministro británico David Steel, en 1983,
en Madrid, en la reunión de la Internacional Liberal. Tuvimos, pues, los
consecutivos “gobiernos de la derrota”, cada uno peor que el otro. En
ese estado de las cosas hizo su presentación el kirchnerismo, y, con él,
tocamos fondo.
II. EL MODELO KIRCHNERISTA
El modelo económico neokeynesiano
lo había aplicado con relativo éxito el ministro Roberto Lavagna. Había
que privilegiar la variable del consumo, para que desde la demanda se
hiciera crecer el PBI. Condiciones necesarias: amplias reservas de
divisas, superávits en la Balanza de Comercio (merced al “viento de
cola” que incentivaba la exportación de soja, con sus respectivos
impuestos y retenciones, además de la revaluación del dólar), concluir
con el “default”, y obtener superávits o, al menos, equilibrios
fiscales (acentuando la presión sobre la recaudación impositiva). En
tales condiciones se podría reiterar el “modelo inclusivo”, que iniciara el peronismo originario.
Néstor
Kirchner lo adoptó dogmáticamente, y, como suele suceder en tales casos
(como había acontecido con la “convertibilidad” de Domingo Cavallo), un
expediente pragmático, pasablemente útil de modo transitorio,
estereotipado, se desfiguró.
El
crédito externo no volvió (¡menos mal!): las reservas monetarias se
mantuvieron estables: el precio de la soja (por entonces) cayó y, al
querer compensarlo con el aumento de las retenciones, se generó la
reacción del campo, que se pasó a la oposición y ganó la batalla
parlamentaria de la resolución 125. Y el dólar se fue retrasando.
Lo
peor vino por el lado del erario: el superávit fiscal se esfumó. ¿Por
qué? Por los miles de millones en subsidios que aumentaron
exponencialmente el gasto público. El conurbano bonaerense —¡gran
elector!— quedó prácticamente becado: el precio de todos los bienes y
servicios debió ajustarse, no a su costo natural, sino a lo que podía
pagar el desocupado del Gran Buenos Aires. Gas, electricidad, trenes,
trigo, carne, combustibles, leche, etcétera, fueron sometidos a un
sistema sin márgenes de rentabilidad. Cayó la producción de dichos
bienes y la inversión en esos servicios.
Un
caso ejemplar de lo dicho lo constituye la crisis ganadera. Para
apreciarla hay que examinar la diferencia que va desde el año 2008 hasta
el presente 2011, en los siguientes rubros:
Área destinada a la ganadería: menos de 8 millones de ha.
Número de productores ganaderos: menos de 11.000
Stock cabezas de ganado: de 56 millones a 46 millones
Precio cortes en carnicerías: más del 300%
Consumo cárneo p/ habitante: de 70 a 50 kg.Fuente. “Hoy”, La Plata, 19 de setiembre de 2011, pág. 3.
Al
disminuir la oferta, e incrementada la demanda, apareció la inflación
de costos. Sin embargo, las becas prosiguieron, tornándose colosales.
De acuerdo con estimaciones de consultoras económicas: “el monto de
los subsidios per cápita aumentó desde 2006 alrededor de un 1.000 %. En
ese momento, cada habitante argentino recibía $ 166. Ahora ese monto
está casi en 2.000” (Cabot, Diego: “Subsidios para todos, injustos y caros”, en “La Nación”, Buenos
Aires, 4 de setiembre de 2011, sección Economía y Negocios, pág. 15).
Suba que explica el cambio de la votación desde el 2009 hasta ahora.
El
economista Orlando Ferreres ha aportado buenos datos sobre estos temas.
Lo principal que destaca es la ausencia de inversión reproductiva, que
trece años atrás era un 10,4% del PBI, y que ahora ha descendido al 8,7%
del PBI. Noticia que comenta de esta forma: “Ahora, por falta de
inversión reproductiva, existen bastantes cuellos de botella en el
sistema económico argentino. Se cubren con importaciones crecientes.
Esto dificulta a la vez el balance comercial, que se achica. En algunos
sectores, como la energía, se favorece el consumo al mantenerse por más
de diez años congelados precios en pesos para la gran mayoría de los
consumidores residenciales”.
Agrega que dado el precio de los servicios energéticos no hay incentivos para la inversión. Por otra parte, señala Ferreres: “Como
estos productos —gas natural, electricidad, agua, etc.— se venden
debajo del precio de costo, el Estado debe pagar la diferencia, que ha
crecido vertiginosamente en los últimos años y ahora se ha vuelto casi
incontrolable”.
Falta
inversión y sobra consumo subsidiado. Se invierte más, pero en rubros
que no generan trabajo. Eso lleva a un colapso, por un principio de
Economía Política que dice que: “La inversión produce riqueza y ocupación. El consumo improductivo no reproduce el capital” (“Las debilidades del modelo. Por qué falta más inversión”, en “Noticias”, nº 1811, 10 de setiembre de 2011, págs. 41-42).
Como
fuere, lo cierto es que de esa manera, al presente los gastos han
superado a los recursos, maguer los denodados esfuerzos de Guillermo
Moreno. ¿Entonces?
Entonces,
se ha apelado a las dos únicas posibilidades de financiamiento que el
Gobierno ha hallado a mano: el Banco Central y la Anses. Los fondos
aportados por los trabajadores a lo largo de su vida han servido para
diferentes operaciones: para jubilar a los que no habían aportado nada,
para subsidiar universalmente a los niños, para las jefas y jefes de
hogar, para pagar obras públicas, para gastos electorales, para auxiliar
a las empresas automotrices y los bancos, etc. Para lo que fuere, salvo
mejorar las jubilaciones de los aportantes.
Y
el Gobierno adjudicándose ante el pobrerío esas colocaciones, como si
hubieran sido hechas con el dinero del Erario, y no con el de la Anses.
El Banco Central, luego del incidente Redrado, dispuso de sus reservas, e
incentivó la emisión: igual a inflación de demanda. El “modelo” se
empantanó.
Añadamos estos datos: cuando hablamos del B.C.R.A. nos referimos las llamadas “reservas de libre disponibilidad”, que
son las que cuentan. Dichas reservas que en el año 2009 ascendían a
16.300 millones de dólares al presente van cayendo hasta 7.000 millones.
Esa cantidad no alcanzará para cubrir el déficit fiscal que este año
será del orden de los 7.500 millones de dólares. Luego, deberán reducir
los subsidios (17.000 millones de dólares) drásticamente, y elevar el
dólar a cinco pesos por lo menos.
Todo
esto sin registrar la eventualidad de la contracción de los volúmenes y
precios de las exportaciones argentinas a Brasil y China, por razón de
la crisis mundial, que hará desaparecer el antiguo “superávit gemelo” de
la Balanza de Comercio.
Al
mismo tiempo, la Argentina se resumió en el sistema de las Tres Íes:
Inseguridad, Inflación e Injusticia. Veámoslas un poco por separado.
III. LAS TRES ÍES
— Inseguridad. Interrogado
un amigo de la ciudad de Santa Fe por el emplazamiento de esa capital
provincial, tan húmeda como calurosa, me explicó que a la época del
traslado desde Cayastá se quiso protegerla del ataque indígena,
enclavándola entre la laguna Setúbal y el río Salado. “Lo malo —me añadió—, es que ahora tenemos a los indios adentro”.
En verdad, eso sucede en general con todas las periferias urbanas, con
sus cinturones villeros, que van ahorcando la seguridad ciudadana,
asfixiando la convivencia humana; pero se da especialmente en el
conurbano bonaerense.
Conforme
a estudios de factores sanguíneos en grupos raciales, se encontró que
la participación amerindia, que en la metrópoli era del 5%, “se incrementaba en el primer cordón al 11% y en el segundo al 33%”, aumento que “viene a cuenta de las sucesivas migraciones que llegaron especialmente a los suburbios porteños a lo largo del siglo XX” (“Al final… ¿llegamos de los barcos?”, en “LNR - La Nación Revista”, 4 de setiembre de 2011, nº 2200, pág. 34).
Migraciones
que en las últimas décadas se han integrado con personas provenientes
de los países vecinos (principalmente paraguayos y bolivianos). Sobre
esos amerindios debió haber actuado la evangelización y civilización
intensivas, fomentando la cultura del trabajo. Pues, sucedió todo lo
contrario. Se los libró a la barbarie, el alcohol, la droga, la vagancia
y el delito. Todo eso muy bien fomentado. Así les fue y así nos fue.
Más
allá de las familias decentes que habitan en esos cordones, lo cierto
es que en dichas villas hallan aguantadero las bandas organizadas de
maleantes que secuestran, matan, violan y roban a placer. La gente
normal encerrada en sus casas enrejadas, los bandidos dueños de la
calle, y la policía maniatada (y a la larga, involucrada).
Todos
a defenderse del malón y nadie a atacarlo. Es el método de la “zanja de
Alsina”, cuando lo que se impone es la embestida de los “blancos de
Villegas”. Hay que sanear esas periferias. Pero: ¿quién le pone el
cascabel al gato…? Nadie, y menos que menos el Gobierno, porque esos
delincuentes son sus votantes más fieles.
En
efecto, ese crecimiento suburbano se ha convertido en el vector central
de las elecciones. Acaba de mostrarlo Natalio R. Botana. Tras indicar
que la Provincia de Buenos Aires representa casi el 39% de la población
total del país, y que el Gran Buenos Aires significa el 63,46% de esa
primera provincia argentina, señala que: “Esta estructura es una de
las claves que permiten explicar la supremacía electoral en las
elecciones del 14 de agosto pasado, donde la alta participación del
78,67% sobre el padrón electoral se tradujo en la emisión de 22.705.378
votos. Al mismo tiempo, en la provincia de Buenos Aires 8.804.014
ciudadanos, con lo cual el porcentaje en relación con el total es
prácticamente equivalente al del Censo Nacional. ¿Qué factores podrían
equilibrar este platillo de la balanza? ¿Hay alguna provincia capaz de
hacer frente a semejante coloso? En principio, el asunto no sería tan
grave si una o dos provincias tuviesen la enjundia electoral suficiente
para sobresalir sobre el 81% restante. Lamentablemente, no es así. Si
sumamos los sufragios emitidos en los tres distritos que le siguen en
importancia —la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y las provincias de
Córdoba y Santa Fe— el resultado alcanza a 5.656.559, muy lejos aún del
volumen bonaerense; para llegar a los 8.804.014 de la provincia de
Buenos Aires es preciso añadir los 3.082.532 sufragios de otro lote
formado por las provincias de Mendoza, Tucumán, Entre Ríos y Salta.
Impacta esta desproporción: la provincia de Buenos Aires es como un gran
recipiente que contiene a los electorados de esas siete provincias.
Esta disposición de las cosas es bien conocida por el justicialismo en
sus diferentes variantes a lo largo de estos 27 años de democracia. En
estos días, el Frente para la Victoria, que encumbró a la Presidenta con
10.762.217 sufragios (el 50,24%) de los votos afirmativos, de los
cuales 4.360.800 corresponden a la provincia de Buenos Aires) bien
podría enarbolar la sentencia que dice: yo represento más de la mitad
del voto bonaerense” (“El Leviatán bonaerense”, en “La Nación”, Buenos Aires, 15 de setiembre de 2011, pág. 17).
No
es éste el lugar para considerar la solución de la cuestión del
conurbano bonaerense. Empero, digamos una palabra al respecto. Ya por
fines de la década de 1950, el Padre Leonardo Castellani, en la revista “Dinámica Social”,
observaba que el problema del Gran Buenos Aires se había vuelto
insoluble en sí mismo y que, por eso, se imponía sanearlo drenándolo
como al Riachuelo.
Es
obvio que había algunas medidas a la mano. Una, establecer el costo
kilométrico de los medios energéticos; de modo que las industrias que
quisieran abaratar costos de insumos deberían trasladarse lo más cerca
que pudieran de las fuentes de energía. Así se crean diversos polos de
desarrollo y ciudades satélites, tal como se hizo en Alemania Federal
después de la guerra.
Otra,
fundar colonizaciones agrícolas, por ejemplo, de productos tropicales
en Formosa, con canalización del río Bermejo, y de frutales aptos para
el frío en el valle del río Chubut, o en el norte de Neuquén, con el
agua del Barrancas. Hacia esos sitios se transferirían masas de
población.
Una
tercera, desviando los embarques de exportación porteños, por tasas
diferenciales, por los puertos de Quequén e Ingeniero White.
Trasladando la Capital Federal, dividida en: la administrativa a Viedma y
la cultural a Salta. Controlando cuidadosamente el ingreso de
indocumentados por las fronteras del norte. Impidiendo la instalación de
villas miseria, como se ha hecho en San Luis. Etcétera. No vamos a
hacer arbitrismo. Simplemente queremos subrayar que hay que hacerse
cargo del problema de los cordones suburbanos, y no metiendo, como los
avestruces, la cabeza en la tierra.
Bien,
además de lo demográfico, está el problema de los costos
presupuestarios. Con tanta corrupción gubernamental, no queda dinero
para construir cárceles. Luego: excarcelaciones múltiples, y
“garantismo” a rabiar. Resultado notorio: la inseguridad centuplicada.
Acá es donde tengo una sugerencia destinada a aquellos que dicen querer combatir la inseguridad.
Al
concluir la Gran Guerra, de 1914-1918, Francia desmovilizó a sus
tropas. La industria estaba paralizada y los excombatientes no
encontraban trabajo. Se dieron al robo. No el registro de los delitos
contra la propiedad, comunes a todas las sociedades. No. Lo que
aconteció fue la aparición de un fenómeno social masivo, para cuya
represión no había cárceles posibles.
Entonces
los dirigentes de la Tercera República se acordaron de la existencia de
la Guyana francesa. Y hacia Cayena partieron en adelante buques
cargados de condenados por reincidencia en asaltos a mano armada. El
sitio ecuatorial era bastante inhumano: tal como se ha pintado en la
novela “Papillón”. Llovieron las críticas, por la violación de
los derechos humanos. Empero, el Gobierno francés se mantuvo firme, y
consiguió controlar la situación criminal. La amenaza de la deportación
cundió con fuerza ejemplarizadora. Luego, se restableció el ritmo de la
producción industrial y creció la oferta laboral.
Pasó
el vendaval delictivo. Los hurtos y afines volvieron a ser un problema
individual, no social. Se cerró Cayena. Y ese penal pasó a la historia.
Bien. Pues nosotros tenemos nuestra Cayena. Que no es para nada
calurosa. Nos referimos a la Isla de los Estados. Territorio argentino,
abandonado por el Estado nacional y provincial (dato seguramente
vinculado a los Tratados de Madrid firmados por el canciller Domingo
Cavallo). Allí estuvo el “faro del fin del mundo” (Julio Verne). Allí el
gran Piedrabuena instaló un penal.
En
1982 se había comenzado a erigir el pueblo “Crucero General Belgrano”,
pero, entre los primeros actos de gobierno de Raúl Alfonsín estuvo el de
la paralización de las obras emprendidas. El despoblamiento continúa
hasta el presente. Prueba acabada de la “democracia de la derrota”,
antes enunciada. La Isla goza de una fauna y una flora excelentes.
Por
eso, se me ocurre que es el sitio ideal para restablecer aquella
antigua cárcel para Reincidentes que funcionara en Ushuaia. Pero con una
notable diferencia. Acá se trataría de un penal abierto. Los reclusos
reincidentes serían llevados en buques hasta la isla y dejados allí, con
suficientes alimentos, abrigos y elementos de construcción. Lo demás
correría por cuenta de ellos. Podrían autogobernarse o lo que fuere. Y
permanecerían allí hasta que la ola delictiva amenguara.
Con
el añadido de que el Penal al tiempo que promovería la Seguridad,
contribuiría a la Soberanía atlántica, dada su proximidad con Malvinas
(Es lo que hizo Cook con los presos que llevó a Australia). Ahí dejo
esta sugerencia.
— Inflación. Viene
la inflación, de la que es casi inútil hablar porque toda ama de casa
la comprueba diariamente en el supermercado. Aún está controlada —a
pesar de ser la más alta del mundo—, pero se puede desbocar. Eso puede
acontecer por el inmenso gasto público no reproductivo. Por las “becas”
de las que hablábamos más arriba. Al fin de cuentas la gran crisis
mundial de estos días es por razón de los déficits fiscales. Todos los
países centrales están haciendo ajustes inmensos.
No
es absurdo pensar que acá va a suceder algo similar. El Gobierno dice
que no quiere eso. Pues, ningún Gobierno ha querido renunciar al “Welfare State”, y hoy, a regañadientes están arriando velas y hachando gastos superfluos.
No
obstante, resulta que la inflación ha tenido un efecto electoral
sorprendente (para los dirigentes opositores que la condenaron durante
la campana). Las clases medias bajas, que equivocadamente se suponía
adversas al gobierno —especialmente por el impacto de los escándalos
estruendosos y sucesivos (Schoklender-Bonafini, Zaffaroni, Jaime,
Miceli, Antonini Wìlson, Skanska, Morgado-Rachid, etc., etc.)—, no sólo
no se han inquietado por las mentiras obvias del INDEC, sino que han
apostado a la inflación.
Es
el voto-cuota. Los electrodomésticos comprados a créditos fijos de
largo plazo, cuya deuda la inflación puede licuar. Ni qué decir de todos
aquellos que han comprado automóviles o motos nuevas, a cincuenta meses
sin interés: todos ellos son partidarios a muerte del “statu quo”.
No
hagan olas. Este año la producción automotriz duplicó la del año
pasado. Cientos de miles de nuevos automovilistas. ¿Cuántos de ellos se
interesarían por las denuncias de Carrió, de Alfonsín o Duhalde…? Fare l´America.
Hedonismo craso. ¿Recuerdan? Se creen “vivos” porque piensan jorobar a
las concesionarias merced a la inflación. Las empresas cuando cubren
diez cuotas ya saldaron el precio. Y, entre todos echan nafta al
incendio monetario. Después se verá.
— Injusticia. Y
queda la injusticia. Que, como es sabido, es más vieja que el mundo.
Pero que en la Argentina bate records mundiales. Tomen un solo caso. El
de ese juez federal de la ciudad de Buenos Aires, maricón famoso y
asumido, pescado en un burdel para invertidos. Este caballerito, que se
construyó una casa cuyo precio excede largamente sus emolumentos, fue
acusado de enriquecimiento ilícito. En ese carácter tuvo que resolver
una denuncia contra el matrimonio presidencial por el mismo delito de
enriquecimiento ilícito del que él estaba imputado. Por supuesto que la
archivó en forma acelerada.
Impertérrito,
continúa recibiendo cuanta acusación roce al Gobierno, y en todas actúa
como era de esperar (vgr.: admitiendo a la Bonafini ed altri como querellantes en la causa en la que hace rato debían figurar como imputadas).
Pero el problema no es él, sino la sociedad, la dirigencia que tolera su conducta. Ya se sabe: “la culpa no es del chancho…”
Dos
camaristas que resolvieron que las armas argentinas que llegaron
clandestinamente a Ecuador y Croacia, no salieron por vía de
contrabando. Así, Carlos Saúl Menem pudo seguir apoyando al Gobierno en
el Congreso. Y ni qué decir de los departamentos que Eugenio Raúl
Zaffaroni alquiló a una madama para su “vivienda personal” (las
cinco residencias…) y donde, como era de presumir, funcionaron
prostíbulos (máxime dados los montos de los cánones cobrados, el doble
de los usuales).
Escándalo
que hasta ahora sólo ha provocado adhesiones de Academias y
Universidades Públicas al referido juez. La conclusión obvia es que en
este país se ha quedado sin justicia.
Luego: inseguridad, inflación e injusticia. Establecidas, consolidadas.
IV. ELECCIONES
Computando todos los elementos
antes descritos, se puede entender lo acontecido con las elecciones
recientes. Sin entrar en la consideración del fraude cometido (en una
mesa del circuito comicial de la Catedral en La Plata, apareció un sobre
con un voto para el Frente para la Victoria con un billete de cien
pesos, olvidado por la beneficiaria… En otra, doña Cristina obtuvo el
cien por ciento de los votos, a pesar que de que allí habían votado los
fiscales de los partidos opositores.
El
ministro Randazzo, con sólo el 2% escrutado, adelantaba la cifra con
sus decimales exactos que se anunciaría al final; la empresa electrónica
encargada del escrutinio es la misma que digitó un fraude escandaloso
en la Venezuela de Chávez, donde los resultados fueron exactamente al
revés de lo registrado en las encuestas previas, etc.), cabe dar por
hecho que el kirchnerismo cuenta con el apoyo de la mitad de la
población (en la otra mitad, los más destacados son los votos en
blanco).
Ante
esos sufragios, como frente a un Buda, los democratistas inclinan la
cabeza y se van a llorar en la obscuridad su desolación popular. “¡Volonté Générale!”,
roussoniana. El Pueblo Soberano, de los hipócritas. Frente ese Moloch
de papeletas se rinde la voluntad de la oposición. Total, el “pueblo nunca se equivoca”, salvo… cuando se equivoca.
Por otra parte, ninguno se pregunta por qué fallaron sus cálculos.
Nada
quieren saber de un voto social, de clases sociales. De los desocupados
becados y de las cuotas de los créditos clasemedieros. Becas y cuotas
sumadas daban el triunfo al Gobierno. Y “fútbol para todos”: pan y circo (“Tinelli y el plasma”, en la frase que tantas críticas le aparejó a Biolcati).
Del
malón y del hedonismo que ahora le pasaban su cuenta al país. Al
respecto, no debe olvidarse que el Estado Nacional está gastando
alrededor de 230.000 millones de pesos en lo que denomina “Gasto Público Social”. Es decir de un “gasto” del que vive “casi un tercio de la población argentina”, y el cual forma parte “de la más formidable red de contención y clientelismo que haya conocido la democracia desde 1983” (Díaz, José Antonio, “Oposición de pitufos”, en “Noticias”, nº 1810, 3 de setiembre de 2011, pág. 38). Hoy, dicho gasto irreproductivo constituye un 4,1% del PBI.
Asimismo,
debe tenerse presente que para los referidos “becarios” no ha existido
ninguna otra consideración. Verbigracia: Schoklender no les ha hecho ni
mella. Y tanto que la gorda Bonafini, en vez de estar escondida en su
casa, se ha dado el lujo de instalarse en primera fila entre los que
festejaban el triunfo del Frente para la Victoria.
Mientras
los locutores y comentaristas de todos los canales de TV pujaban entre
sí para ver quien se quedaba con los laureles de la mayor obsecuencia a
CFK, los sesudos asesores de los grandes diarios divagaban, queriendo
desviar los tiros hacia la dirigencia opositora (que como todo el mundo
sabe, no brilla ni por su inteligencia ni por su prudencia).
A
propósito, al día siguiente de los comicios, el Gobernador Scioli, tan
contrito y rezador él, nombraba ministra de Educación de la Provincia de
Buenos Aires a una hermana del rey de la TV kirchnerista, Diego Gvirtz.
¿Tendrán alguna relación estos asuntos…? En todo caso:¡habrá que ver lo
que va a hacer esta señora con los colegios católicos!
También
veremos qué pasa con la anunciada leyes de despenalización del aborto,
vientres de alquiler, supresión de crucifijos en lugares públicos,
eutanasia y otras joyitas “igualitarias” y “progresistas” que tienen en
carpeta ( que, ¡oh coincidencia!, son las mismas que desde los
organismos internacionales —como la UNASCO— impulsa la Federación de
Redes del Atrio, nuevo nombre de la Masonería Ampliada).
La
anterior digresión nos lleva al meollo de la cuestión. En las centrales
empresarias habría temor por una acentuación de la política
“populista”. ¡No! ¡Que se queden tranquilos esos caballeros! Nada de
“populismo”. A lo sumo cuando los gobernantes efectivos (Carlos “el Chino” Zannini, Horacio “el Perro” Vertbisky, Nilda Garré, Juan Manuel Abal Medina, Juan Cabandié, Eduardo “Wado” de Pedro, José Ottavis y “el Cuervo”
Andrés Larroque) lo estimen oportuno, se aplicará una economía
colectivista. Pero de “populismo” ni una palabra. Sólo marxismo puro y
simple. Claro que al modo neo-Montonero de “La Cámpora” (con Gramsci y la Escuela de Frankfurt, asociados al imperialismo financiero).
Porque ése, y no otro, es el totalitarismo que nos espera.
Entonces
sí, la Argentina habrá tocado fondo. El fondo del fondo. No habrán
dejado ni una luz al final del túnel. Carlos Kunkel podrá sacar el sol
de la bandera para reemplazarlo con el pañuelo blanco de las Madres de
Plaza de Mayo, la Barrick Gold extraerá los miles de toneladas de oro
sin control alguno, sin pagar impuestos y la imagen del Che Guevara se entronizará en todas las aulas. El “capitalismo de los amigos”,
o de los multimillonarios izquierdistas (la Presidenta ha declarado
este año 76.728.639 pesos de capital, cuando en 2002 declaraba $
2.239.515; los ministros Héctor Timerman y Juan Luis Manzur crecieron un
74% en su patrimonio en un año; los jefes de la SI, ex SIDE, Francisco “Paco” Larcher y Héctor “Chango”
Icazuriaga han incrementado sus patrimonios en un 1.000% y en un
3.140%, respectivamente; el gobernador de la provincia de Tucumán, José
Alperovich, pasó de $ 3.261.309 en el año 2006 a $ 20.627.274 en el
2011), que es muy congruente con la persecución solapada a los
productores rurales, se habrá impuesto sin limitaciones.
KAPUTT
Dicen que los clavadistas y buceadores
necesitan llegar hasta el fondo de la pileta para impulsarse con los
pies hacia arriba. ¿Será ese el caso de la antigua República Argentina?
¡Dios dirá!
En
cualquier caso, debe recordarse con Boixadós, que la Argentina es un
país misterioso, en donde, cuando menos se piensa, salta la liebre.
Roguemos para que ese dato no previsible acontezca, y que sea pronto.
Enrique Díaz Araujo
Fuente : http://elblogdecabildo.blogspot.com/