La situación en Sud de Lazarte, Niogasta y Esquina no da para más. El incontenible río Chico provoca daños de toda clase. Abandonados.
ampliar (1 de 5 fotos) | SOBRE PILOTES. Es la única manera de que el agua no ingrese en las casas. En verano los vecinos se guarecen allí. LA GACETA / OSVALDO RIPOLL
Doña Luisa Petronila Ruiz lo vio fluir en marzo, cuando las aguas desmadradas del río Chico comenzaron a disiparse. "Esto es como una plaga que puede hasta tirar una casa abajo, porque destruye los ladrillos", se quejó. La mujer vive apenas a 30 metros de la orilla del Chico. Ella, como otras 150 familias de Sud de Lazarte, Niogasta y Esquina, estuvieron tres meses viviendo en medio del agua. "Las patas de las sillas, de las mesas y otros muebles se pudrieron por culpa de la humedad. Las ropas también se deshilacharon y la mayoría anda casi con lo puesto", afirmó. Aparecieron la micosis y la dermatitis, enfermedades que dejan llagas y provocan sangrado.
Abandonar el pueblo
Luisa, como otra veintena de familias, tiene instalada la idea de que a ese lugar hay que abandonarlo. Carlos Sosa y su familia fueron los primeros que se marcharon de la zona. También lo hicieron -por lo menos- otras 10 personas.
En Esquina, tres kilómetros al este, ya no queda nadie. Ahí vivían unas 20 familias y el agua del Chico terminó por expulsarlas. En Sud de Lazarte hay casas, algunas de ladrillos; otras de barro y juncos. Se las observa solitarias, a orillas de caminos socavados y aun con restos de agua.
"En estas tierras ya nadie quiere vivir -sentenció Luisa-. Desde hace 10 años que le vengo escapando a las aguas. Vivía cerca de la cola del dique Frontal. Parecía que el lago se nos venía encima. Entonces nos fuimos a Esquina, pero las crecientes nos siguieron y también terminaron por acorralarnos. Al final llegamos hasta aquí" relató.
El agua sigue siendo una condena para su familia. Una parte del techo de paja de la casa de la vecina, levantada con barro y cañas, ahora se apoya en el ropero. La columna de madera que la sostenía se hundió a causa de la humedad.
"Comencé a construir una casa con bloques, pero la dejé a medio terminar porque tenemos que irnos a otro lugar más seguro. En el verano el agua te despoja de todo lo que se consigue durante el año. Ya ni animales nos quedan", reveló la mujer.
Angel Cardozo, otro vecino de Sud de Lazarte, también llegó hasta ese paraje huyendo de las aguas del Frontal, pero sus padecimientos ahora son peores. "Todo aquí está lleno de humedad. Durante el verano estuve rodeado por el agua. Salir de casa a buscar alimentos era una verdadera odisea; podía terminar ahogado. Ahora quiero irme, pero no sé adónde", indicó Cardozo, padre de dos hijos. "El verano es una pesadilla para nosotros -añadió-. Cuando el río se embravece sólo nos queda buscar un bordo y rezar. Rezar para que no nos lleve la creciente".
Sin respuestas
En Sud de Lazarte solo Liliana Morán tuvo la suerte de que el Estado le construyera una casa sobre pilotes. Cuando a fines de diciembre del año pasado llegó la primera creciente, varios fueron a refugiarse ahí.
"Hace falta que el Gobierno se encargue del río. Se lo tiene que reencauzar y dragar, y construir defensas. Eso venimos reclamando desde hace años, pero no tenemos respuesta", sostuvo Andrea Morán.
En Sud de Lazarte todos se sienten abandonados, sin un consuelo. Nadie que solucione, principalmente, el drama del río. Desde Niogasta, que se extiende a lo largo de la ruta provincial 332 y desde la ruta nacional 157, hasta Sud Lazarte hay ocho kilómetros de caminos que fueron reconstruidos y enripiados. Ahora se llega sin problemas hasta el lugar. Es el fínal de la senda, porque hasta Esquina todo sigue destruido, desdibujado, ya sin vida. Es el final que ven los vecinos para su pueblo, si no se doma al bravo río Chico.
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