15 de julio de 2011

Una realidad con dos caras

No puede haber nada más confuso que vivir en una realidad dual. John Dune, autor del sencillo pero perturbador libro "Un experimento con el tiempo", asegura que cada hombre tiene una modesta eternidad personal que se hace presente cada vez que sueña. Y que esa realidad -la onírica- es la otra cara de su rutinaria vida. En Tucumán, esa doble realidad se presenta a la luz del día y con total descaro. Se dice, por ejemplo, que la ciudad ha experimentado uno de los más grandes crecimientos de los últimos tiempos. No sólo en infraestructura, sino también a nivel económico. Una afirmación bastante veraz, por cierto, pero que se contradice con otra realidad tanto o más elocuente: una ciudad sumergida en el caos, la apatía y el descontrol. Los funcionarios afirman que la pobreza ha caído en picada, pero sin embargo cada día se ven más chicos mendigando en los cruces de las avenidas o en el microcentro de la ciudad. Se sostiene que a Tucumán llegan cada vez más turistas, pero sin embargo algunos museos permanecen cerrados, la escasez de combustible espanta y los baches se resisten a dejar las calles principales. Se insiste en declarar que la educación pública es la mejor de los últimos tiempos, pero las escuelas discurren entre el abandono y la desidia. Incluso se exhiben datos que demuestran que la salud pública tucumana es una de las mejores del país, pero sin embargo los médicos siguen protestando en la plaza Independencia para que el gobierno les pague lo que por derecho les corresponde. ¿Como se entiende entonces la realidad Tucumana? Muchos de los turistas que llegan a estas latitudes tienen de la provincia una imagen de catálogo turístico. De folletos que probablemente se distribuyeron en la Capital Federal en alguna de las tantas campañas de promoción que hizo el gobierno local. Vienen con la idea de encontrar una provincia pujante, verde, tranquila y abierta al mundo. Pero cuando llegan, descubren que el verde está esfumado entre nubes contaminadas, que el caos vehicular transformó la tranquilidad en histeria y que la pujanza pregonada sólo se reduce a la clase dirigente.

Una encuesta realizada por LA GACETA.com sobre lo mejor y lo peor de Tucumán reveló que esa realidad dual también es percibida por la gente. Y la percepción se transforma en ira cuando los discursos oficiales insisten en mostrar sólo una cara de esas dos realidades. "Lo mejor de Tucumán son sus paisajes, lo peor son sus funcionarios", resume uno de los lectores. Y es casi todos han olvidado que una ciudad es lo que hacen de ella sus habitantes, tanto dirigentes como dirigidos. Pero, en los tiempos que corren, pareciera que sólo existe la cara que deciden ver los funcionarios. Una consigna estilo K que incluso defienden a morir ciudadanos talentosos y pensadores dignos.

Ahora bien, para lograr una sociedad justa hay que empezar a ver sus dos caras. Mostrar siempre lo blanco no ayuda a crecer. La vida misma es dual: no hay bien sin mal. Como tampoco hay luz sin oscuridad. Es el yin y el yan del que hablan los orientales. Y sólo la unidad de ambos puede lograr la plenitud. Así como al hombre no lo define la luz o la oscuridad de su alma sino el camino que elige seguir, una sociedad quedará marcada siempre por el sendero que elige recorrer. De nada sirve distribuir planes sociales indiscriminadamente si los que los reciben no mueven un dedo para conseguir trabajo. Tampoco sirve invitar a turistas extranjeros para que conozcan los baches de las rutas o la basura de los accesos. Mucho menos entregar netbooks a los alumnos de las escuelas que ni siquiera tienen bancos para que se sienten. Es mejor ver la necesidad y después hacer.

Fuente : www.lagaceta.com.ar

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